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De cómo el mal entró en el mundo de la mano de un carpincho

Hubo un tiempo, mucho antes de que Cunaigurú bajara del monte rojo, en que Jaguares y Carpinchos eran grandes amigos. El mundo era joven entonces y rico, los árboles daban sombra y comida y el agua todavía no había sido envenenada por Nonomor. Los animales andaban en paz los unos con los otros y había grandes lazos de amistad. Ninguno más fuerte que el que unía a carpinchos y jaguares. Por eso padre jaguar y padre carpincho decidieron que no tenía sentido ser dos y concertaron un casamiento entre el hijo más fuerte del jaguar y la más linda de las hijas del carpincho.

Los jaguares compitieron durante días y noches para ver cuál corría más rápido, cuál lanzaba piedras más lejos, cuál trepaba árboles más altos. En todas y cada una de las contiendas ganó el mayor de los hijos del jaguar y padre jaguar asentía contento pues su primogénito era su preferido.

Padre carpincho simplemente eligió a la menor de sus niñas, Naraira, y nadie le discutió, porque la muchacha había sido tocada por la luna y tenía su belleza en el rostro. Pero Naraira era poco más que una niña y soñaba con amores y tristezas descomunales. Ese tipo de amores y tristezas que, en aquellos tiempos, sólo se podían soñar, pues el mundo era pequeño y tranquilo y las cosas demasiado grandes, como Cunaigurú o Nonomor, no entraban en él.

Por eso, una noche, en que Naraira se había dormido bebiendo sus propias lágrimas se le apareció un carpincho gigantesco. La muchacha había soñado que caminaba por un desierto, nadaba a través de una laguna, escalaba una montaña, y solo entonces, el mundo en que había estado paseando se dignaba a hablarle. Y era un carpincho gigantesco y blanco como la luna.

- ¿Eres el carpincho de los sueños?- preguntó la muchacha. Pero el mundo que era un carpincho sólo quería saber por qué lo buscaban.

- Soy Naraira y no sabía que te buscaba, pero sí sé por qué. He sido prometida en casamiento al hijo del jaguar, pero soy joven y bella y amo.

- ¿ Has visto al hijo del jaguar? Es fuerte y hábil y, a su manera, apuesto- respondió el cielo-carpincho.

-Pero yo no lo he elegido- moqueó la pequeña.

- Poco has elegido y poco elegirás. Tu gente recibirá un gran bien por tus acciones- dijo el carpincho con su voz de viento.

- ¡No me importa, no me importa, no me importa!- gritaba entre llantos Naraira.

- ¿No te importa el bienestar de tu familia?¿Antepondrás tu capricho a tu sangre?.- preguntó un leve temblor del suelo.

- Los condeno a la miseria si con eso me libero.

El carpincho hizo silencio y su silencio fue la noche. Noche sin estrellas y tan fría que Naraira hubiera muerto de no estar en un sueño. Entonces el carpincho se mordió un dedo, y de su rama cayó una gota de sangre.

- Haz la comida con este fruto y dasela al jaguar y su familia en su primera cena con los tuyos. Tu matrimonio se cancelará.

Fue injusto el mundo, pues Naraira no había dejado de ser una niña, y los niños nunca saben bien qué se les pide.

Cuando la pequeña carpincha despertó tenía un fruto en sus manos parecido a una manzana. Esa misma noche el jaguar y los suyos se acercaron a los del carpincho para cenar. Naraira había insistido en preparar ella misma y sin ayuda la comida en honor a su prometido. Padre carpincho estaba complacido pues creía que su hija había aceptado su destino.

Naraira preparó una mesa repleta de frutos, sazonadas con las recetas ancestrales que en esos tiempos las carpinchas enseñaban a sus hijas. Los jaguares llegaron con sus mejores galas y contentos de tener la oportunidad de honrar a sus amigos. Traían de regalo semillas exóticas y pociones mágicas.

Entonces Naraira vio a su prometido por primera vez, y una voz en su interior dudó de si realmente iba a ser tan grave casarse con ese muchacho, que, a fin de cuentas, era fuerte y hábil y, a su manera, apuesto; pero el fruto ya estaba servido y los jaguares comían de él golosamente.

En un principio nada ocurrió, pero poco a poco los jaguares fueron dándose cuenta de que su hambre no disminuía. Comían, intentando mantener la compostura, pero a cada bocado su voracidad crecía y pronto se volvió incontrolable. Se lanzaron sobre la mesa intentando comer todos los frutos que pudieran y algunos incluso intentaban comerse la mesa misma.

Los carpinchos estaban aterrorizados pues no solo se comportaban de manera tan rara sus amigos, sino que su pelo se había vuelto amarillento, manchas negras les salían por sobre el lomo y las patas y unos dientes y garras horribles les crecían en bocas y manos.

Padre carpincho entonces, tan asustado como ofendido por la conducta de sus invitados, se adelantó a exigirles explicaciones, justo cuando peleaban por los últimos frutos. El jaguar le abrió la garganta de un garrazo y saltó sobre él para disfrutar el nuevo festín. El resto de los carpinchos huyeron presas del pánico. Pero muchos no llegaron lejos. Fue una noche terrible, los jaguares devoraron a cientos de carpinchos antes de que su hambre voraz se calmara y aún entonces, nunca volvieron a su forma normal ni dejaron de comer carpinchos.

Naraira logró huir esa noche. Muchas noches más se durmió bebiendo sus lágrimas, pero el carpincho de los sueños, si realmente había sido él, nunca volvió a aparecer.

Años después cayó presa del nieto del gran jaguar, que era por ese entonces, fuerte, hábil y, a su manera, apuesto.





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