Desperfecto Técnico
- Matías Gayesky
- May 14, 2021
- 2 min read
Gía pasó una muy mala noche. Tuvo una pesadilla: estaba sola, encerrada, no veía ni oía. Tenía hambre y tenía frío.
El mal sueño la puso de un pésimo humor, pero el día comenzaba de todas maneras. Aún antes de abrir los ojos envió un comando a la cocina para que el café saliera bien negro y al baño para que le preparara la ducha y empezó con su rutina de ejercicios matinales. Estaba incómoda y no sabía por qué, pero le gustaba hacer ejercicio. Y no era por todas esas campañas de bien público que constantemente irrumpían en su vista insistiendo sobre la necesidad de levantarse de la cama. Tampoco era de las que andaban todo el día en tercera persona mirándose. Al ejercitar simplemente dejaba que su mente se evadiera, desconectándose del ruido de fondo, de los feeds, las novedades, los comerciales, los mails, los grupos. Entonces cayó en la cuenta, era eso lo que la hacía sentir incómoda. No oía nada: ningún aviso de mensajes, ni alerta de noticias, ni publicidades.
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Tampoco escuchaba la ducha. Quiso mirar el baño o la cocina, pero no podía salir de primera persona. Peor aún, no encontraba la pestaña de inicio.
Recorrió todo su campo visual, pero solo veía lo que veía. Llamó a su escritorio, pero no hubo respuesta. Intentó conectarse con alguno de sus amigos, pero era como si no existieran. Pidió un autodiagnóstico, pero ni siquiera eso funcionó.
Se indignó. El autodiagnóstico era una función de emergencia. Se suponía que las funciones de emergencia de los CNeCos no podían fallar. Era una ley o algo así ¿Iba a tener que golpearle la puerta a un vecino? Esperaba no asustarlo, pero era casi seguro que no iba a poder enviarle un headsup.
Ordenó al armario que le apartara algo cómodo para ponerse y se quedó casi diez segundos mirándolo hasta que comprendió que no iba a abrirse. Furiosa se lanzó, en pijama, hacia la calle. Pero aparentemente tampoco funcionaba el predictivo del GPS, así que rebotó contra la puerta de su habitación, que no tuvo la amabilidad de abrirse a su paso. Sentada en el piso, mirándola con absoluta incredulidad y desesperación, Gía empezó a llorar.
La puerta tenía picaporte, pero ella no podía googlear cómo se usaba.
fin
Este texto es el que originó la serie de cuentos que componen mi libro Términos y Condiciones .
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